Había una vez un gato atigrado. El gato murió un millón de veces y renació otro millón de veces, tuvo varios dueños pero no quería a ninguno. El gato no le temía a la muerte. Un día el gato fue liberado, era un gato callejero. Él conoció a una gata blanca y los dos gatos vivieron felices juntos. Los años pasaron y la gata se murió de vieja. El gato lloró un millón de veces y después murió. No volvió a revivir..tienes la bienvenida a una parte de mi vida.

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sábado, 27 de julio de 2019

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Este blog tiene dos modos, escribo historias sobre lo que me rodea, en cuanto puedo trato de dejar algo de enseñanza, por otro lado está mi vida personal, la cual comparto en chispazos, claramente ambos modos son diferenciados porque es ahí donde libero toda la frustración, además de ser egocéntrico y relatar del mejor tema que domino que es mi vida, cosa que no me parece mal. En el medio hay una lucha constante entre dejar un rastro tan complicado y complejo de migajas de pan para aquella persona que busco o a la que quiero dejar algún tipo de mensaje pero que a veces se me pasa la mano, la información es tan relativa y tan difuminada que es impersonal, al mismo tiempo es dirigida al lector y al mismo tiempo es para una sola persona, habiendo dicho esto que parecía que estaba claro pero al parecer no lo está o es fácil saltarse esta parte, contare lo que paso esta semana.

Es sábado en Lima y al parecer todos se fueron de viaje mientras me pongo al día en las series, que por cierto estuve toda la mañana y tarde metido en cama con las ganas de hacer literal nada, empezaba a recordar una conversación con el diablo, recientemente después de meses de ausencia, volvió a aparecer, entre muchas cosas que se dijeron ese día llegamos a un punto en que astutamente trataba de sacarme información, mientras con calculada frialdad solo soltaba lo necesario, para esos casos no se le puede darle cuerda porque, como es, rápidamente te envuelve en la red, así que estaban dos, algunos dirían mentirosos y potenciales sociópatas jugando a las cartas tomando todo y dejando nada,  hablando de su vida. Claramente llegamos a un punto en que me toco contar lo que había pasado, entre uno que otro detalle, mencionaba la poca paciencia que tenía ahora, nunca tuve mucha paciencia pero recuerdo que si la desarrolle, ahora el resentimiento rápidamente se combinaba con la impaciencia, lo que terminaba en disparos certeros y listos precargados, opiniones mías llenas de sarcasmo y acidez y luego frialdad, frialdad que la tenía guardada de mucho tiempo pero que ahora ya se dejaba ver. 

Es que eres muy ceremonioso en contar tu vida y al mismo tiempo tajante con las cosas, no siempre es blanco y negro, muchos extremos, con desconfianza escuchaba calculando la forma de destruir su argumento; pero si es cierto, muchas veces en mi vehemencia de querer las cosas empuje el dominó de piezas que en la mayoría de veces no termino muy bien, por otro lado desarrollaba la idea que no podía seguir así teniéndole pánico a las cosas en el sentido que no lograr lo que quería y por un momento salí con la carta de que era feliz pero ambos sabíamos que lo mejor era ir a una terapia, una terapia real que me dejara ir, con lo consiguiente volvió a empujar la idea de que deje de escribir en el blog. Entonces no fue necesario decir una palabra fue la misma mirada que hice cuando me aconsejaron dejar la guitarra. De regreso a casa es inevitable pensar que si bien hago lo que me da la gana también debo reconocer que el costo por eso fue alto, no siempre lo que uno quiere es lo mejor para uno. 

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